lunes, 4 de julio de 2011

La historia sin fin

Había una vez un Rey y una Reina. Ellos eran reyes de un pequeño país.
La Reina era inteligente, practica pero algo visceral. Y negadora. Ambas cosas juntas son un cocktail molotov. El Rey era un melancólico vueltero que miraba su corona, la analizaba y usaba su tiempo tratando de responderse cómo es que había llegado allí.
El Rey estaba muy enamorado de la reina, y la reina correspondía su amor. Tenían hijos, un pequeño país que por ser pequeño no se quedaba atras frente a los demás.
Un día el Rey contrató a un General para su ejercito. Lo puso al frente de batalla y lo mandó a jugarse parte de su imperio. El General, llamado Facundo, que no estaba de acuerdo con la estrategia del Rey puso en palabras su punto de vista. El Rey hizo oidos sordos. El General Facundo insistió porque sabía que era un atajo a la derrota, pero el Rey no quiso saber nada y dio la orden.
Al cabo de una noche el General Facundo volvió con la mala noticia. El Rey no dijo nada, la Reina a los gritos ordenó que le cortaran la cabeza.
La plaza se llenó de gente, el General se llamó al silencio. La Reina, rabiosa por haber perdido medio reinado y haciéndo responsable al General Facundo por ello, ordenaba a los gritos que le traigan la cabeza.
El rey fue una noche sin que la Reina supiera al calabozo donde estaba el condenado. Fue a decirle, puerta de por medio puesto que no hubiera soportado verlo a los ojos, que la Reina estaba dolida por lo que había pasado y que lamentablemente le iba a cortar la cabeza, que realmente él lo sentía mucho. Sabía que su reina era capaz de tomar esas decisiones y ejecutarlas. Que eso a él no le gustaba pero no podía hacer nada, su cabeza valía solamente su error, y su reinado estaba lleno de errores. 'Probablemente hace tiempo debería haber tomado una decisión, seguramente debería haber tomado yo las riendas de este país - dijo el Rey - pero lamentablemente tienen que pasar estas cosas para que los actos se precipiten'. 'Pero Señor - dijo el General - estamos hablando de mi cabeza. Yo tengo hijos, tengo esposa. No quiero morir ahora. Y usted, con todo respeto, no hace nada. Yo hice lo que usted me pidió. Yo cumplí órdenes y ahora la Señora pide mi cabeza, la mia, cuando debería pedir la suya' 'Hijo - dijo el Rey - ella lo sabe, pero no puede tolerarlo. Si pide mi cabeza tiene que hacerse cargo de sus propios errores'. 'Hubiera pedido mi cabeza si yo hubiera desoído sus órdenes aunque hubiera de esa manera ganado la batalla, pero ahora la pide por haberlo oído. Hable con ella, no quiero perder mi cabeza' 'Facundo, no puedo con mi reinado, no puedo con mi esposa, menos voy a poder con tu cabeza' Dijo el Rey yéndose, mientras repetía a media voz: 'Perdón, perdón, perdón'
La cabeza de Facundo estaba a punto de rodar por la plaza del centro y el Rey se lamentaba desplomado en su trono, sintiéndose infeliz pero incapaz de ir a acotar a la Reina que, aún sabiendo que el General no tenía la culpa, agitaba a la muchedumbre desde su balcón mostrándose entera y sórdida, de espaldas al Rey porque no podía soportar ver cómo se desmoronaría su reinado si hacia responsable a quienes realmente lo eran.
La cabeza de Facundo finalmente rodó, digno, rubio, triste.
Los Reyes siguen en sus tronos, grandes, absolutos, silenciosos, cada vez más incómodos, a la espera de otro General a quien cortarle la cabeza.

lunes, 27 de junio de 2011

Hilachas

Hoy asistí a un espectáculo atroz, terrible!
Tenía que cruzar un paso a nivel, en una estación de tren concurrida pero prescindible a la hora de hacer un top ten (top mil?) de mis preferencias. Las barreras estaban bajas y el tren al pie del cañon, entonces me detuve por ese pasamanos de caños en zigzag que se supone debería ordenar el camino. Estaba en cualquiera, como siempre, cuando descubrí esta escena: él estaba colgado del caño que le hacía las veces de barrera frente a ella, que estaba del otro lado. Él lloraba, con desesperación lloraba mientras la retenía como podía, colgado de la nuca. Era un pedido, una súplica. Ella también lloraba pero su llanto era de resignación, del que sabe que no hay ya más nada que hacer ahí y se tiene que ir, ella en realidad ya se había ido. El seguía prendido a la barrera, literalmente agarrado, viéndola perderse entre la gente. El tren pasó y él aun lloraba ahí, mirando el suelo. Era de noche, hacia frío. La gente pasaba apurada e indiferente.
Me dio una puntadita en el espinazo cuando tuve que pasar por detrás indefectiblemente y vi como daba pequeños espasmos de dolor, vencido, acongojado. Me dieron ganas de salir corriendo, huir, pero también de quedarme y decirle que todo pasa, que nada es ni tan grave ni tan determinante, y que iba a estar bien paulatina pero inexorablemente.
En lugar de eso seguí caminando.
Es la primera vez en muchos siglos que agradecí haber ya pasado por eso.

martes, 21 de junio de 2011

Qué plato! (sólo para entendidos)

El asunto arrancó simple, un miniplan de viernes a la noche después de toda la semana augurando el fin de semana largo.
Una dijo, yo: vamos al bodegón?
La otra, Ella (Dora!): si, tengo ganas de tomar vino, pero también de comer.
Entonces enfilamos pal bodegón y a mitad de camino llamó Diego y se sumó.
Las chicas llegamos antes y nos sentamos. Y pedimos el queso y el vino (no en ese órden) y esperamos a Diego.
Llegó Diego y ya le faltaban dos tercios a la botella. Entonces le sonó el teléfono. Era un amigo colgado que también se sumó al plan (ya no mini, sino generoso).
Y cuando el amigo de Diego, Pipi, llegó Ella estaba haciendo ya gestito de ideas sobre el pico de la botella.
- Hola! - dijo con una sonrisa rabiosa sin dejar de bordear el cuello de la botella con el indice y el pulgar.
Pipi se sentó y nos fuimos todos al pasto, guiados, por su puesto, por Dora.
Voy a tratar de transcribir aquí, si mi memoria enflaquecida por la resaca me lo permite, algunos destellos de genialidad absolutamente despojada de intención (lo cual lo vuelve sublime)
Ella dijo: Yo a la madre le tuve que limpiar el culo (Esto enmarcado en la cara del señor cuidador que pasaba por ahi) (sic)
Diego Dijo: Aha, vos el filtro lo dejaste en Once.
Yo: El gasista, contale la del gasista!
Ella: Contala vos.
Pipi, cuyos bocados no eran tantos pero sí acertados: Ay ay ay ay, pará pará pará pará, no no no no.
(La del gasista: Ella tiene un amante, con el cual estaban on fire de tanto manoseo coloquial, entonces Ella, conocedora de sus habilidades de marido, lo convoca a arreglarle una pérdida mentirosa. Entonces el gasista, conocedor de sus otras habilidades y del descenlace mortal de esta historia, hace una parada técnica en el kiosco de al lado de la casa de ella y compra una caja de 12. Le sonríe al kiosquero mientras le paga, le guiña un ojo, le señala con el mentón la caja de herramientas y luego sale, con su pecho e paloma. Después de que arreglarle el agujerito a Ella, vuelven al kiosco, juntos. Esta vez el que sonríe es el kiosquero)
Pedimos la tercer botella.
Ella de nuevo: Le puse el orto en la cara. Y cuando me dice: 'Nena, no me podes poner el orto en la cara' yo le dije: 'Fue sin querer puto'.
Ella: ¡Me ato las trompas! (al son de un gesto cadente, como si tuviera aguja e hilo)
Cuarta botella de vino.
- Nadie puede negar que soy gauchita - dice otra vez.
- 'No te puedo decir que no' - agregó Pipi.
- Tiene que ser una competencia leal - dejo yo en claro.
- Si, un rato cada una. La que él finalmente elija se lo queda - dijo Ella, solemne.
- Ustedes tienen muchas horas de sexo común - Dijo Diego, y vaya a saber una qué quiso decir.
- Ay ay ay ay ay. Para para para para - Dijo Pipi.
- Nadie puede negar que soy gauchita - dijo de nuevo Ella, y brindó.
- Por Juan Milpuntos, Gastón Menosveintiocho.
- Una dijo: a Juan M. me lo tenes que arrancar. La otra dijo: yo le doy muerto.
- Me gusta más la poronga que respirar. Remató.
- Pará pará pará pará - se atajó Pipi, colorado.
Ya yéndonos del bodegón, donde dejamos sobre el mantel una indefectible huella borravino, porque el señor que la escuchó a Ella vociferar que le limpiaba el culo a la madre de otro nos pedía sutilmente que nos fuéramos y era tarde, una dijo: 'si me llega a hacer eso (sinceramente no puedo recordar qué) yo le hago pin, patada en el orto' (el pin fue actuado, claro, con una patadita al aire)
A lo que Pipi contesta: - Cual es tu PIN?.
Ya en el bar, donde nos habíamos salido de la autopista y estabamos lejos de volver al camino, cuando ya no había formas que guardar porque las formas nos las habíamos tomado con el vino, Diego dice: la próxima sin pepino!
y yo, a sabiendas de la inminente documentación, le respondo: Ah no, Diego, te tengo que cortar la cabeza.
A pesar del chupi y de todo lo demás, la respuesta fue certera: yo ya la tengo cortada.

viernes, 27 de mayo de 2011

Los ataques de concha no se circunscriben solo al campo femenino

Voy en un bondi, tengo un viaje largo y voy escuchando en mi mp3 a Pimpinella, y mientras ella grita, con esa voz finita y a la larga insoportable, "Por eso vete, olvida que existo..." Voy pensando en mi última experiencia reveladora.
En uno de estos ámbitos en los cuales inevitablemente pasan cosas (cualquier lugar que se comparte con gente, Freud tenia mucha razón) me encontré con un ñato que de entrada nomás me gusto. Le hubiera hincado el diente de buenas a primeras de no ser porque avisó cordialmente que tenía en su casa una mujer, su señora esposa. Yo soy muy respetuosa de algunas (pocas, pero esta es una) situaciones, entonces me salí de la pista. Pero alguna señal habré dado porque el que hincó el diente fue él (eu?) Y bueno, ahí agarré viaje. Y bueneeeeesemo! Palo y a la bolsa una vez por semana. El juego allí en el ámbito bendito que compartíamos tenia gusto a primavera. Que lindo, que maravilla. Esa sensación de tener un pequeño mundo escondido, con la complicidad absoluta y solo nuestra que condimentaba el asunto con creces. En fin, todas sabemos de qué hablo. Mensajes de alto contenido erótico (que gran invento el celular), besos robados, noches enteras de trampa con gusto a cigarrillo y vino tinto. Una barbaridad. En fin.
Un día empezaron a llegar menos mensajes, otro día no robamos ningún beso, otro día desapareció. Yo, que a pesar de todo conservo el respeto (y la dignidad) por sobre todas las cosas, le pregunté qué mierda le pasaba y me empezó a contar un problema personal que bla bla y lo tenía mal. Cabizbajo como andaba lo dejé tranquilo. Pero las cosas fueron cambiando de color y engomándose cada vez más. Ya lo dije antes, el tipo me gustaba y le hubiera dado hasta que se muera, pero sé que todo no se puede y con la ventaja de un corazón sano y con aviso me volví a correr de la pista, pero esta vez observaba. Resulta que el ñato solamente conmigo se mostraba compungido y eso me hinchó las pelotas, cuando yo estaba fuera de su campo visual él andaba normalmente, como si nada. Ya dije lo del respeto, así que lo encaré con ternura. Y lo demás, ese puro bla bla se parecía cada vez más a un culebrón centroamericano. Por suerte me corrí a tiempo. Y cuando me iba yendo, cuando con una sonrisa y la mirada siempre tierna le decía que ésta ya no estaba dentro de su campo de acción, que contara conmigo para lo que necesitara porque realmente sentía mucho aprecio por el pero que conserve el recuerdo de esas noches de alcohol y tabaco porque solamente eso iba a ser, un hermoso recuerdo, de ahora en más, porque entendía que estaba pasando por un mal momento personal y en mi afán de contenerlo no quería darle mas problemas ofreciendo sexo, droga y rocanroll, él balbuceaba frases como 'Esto no me cae en el mejor momento, pero lo respeto', o 'Entendeme gorda (si hay algo que me rompe soberanamente las pelotas es que me digan 'gorda' 'gordita' 'bebe') que estoy mal' etc, y yo entraba en calor y me subían las líneas de bronca. Hasta que dijo algo que me mandó nuevamente a foja cero, al nirvana, a la paz para empezar a robar besos por otro lado. 'Entendes que esto no es con vos, que estoy mal?'
Fue esclarecedor. Claro que si! Y lo que me dijo es cierto! Podría haber no escuchado esa pequeña frase y seguir enfurecida esperando cualquier respuesta, podría haber seguido elaborando estrategias y sin embargo en un rapto de lucidez entendí lo que me estaba diciendo: realmente no tiene que ver conmigo, es un ataque de concha y los ataques de concha no contemplan al otro, sino que atacan a quien lo sostiene.
Y lo transmito porque hay tantas mujeres que como yo se hacen cargo de lo que el otro no puede, como si fuera una la que lo genera, que me pareció que podía hacer una contribución, un bálsamo para algún ego, una forma de cortar, al menos en una sola y eso ya seria una tarea cumplida, con la cadena interminable de preguntas sin respuestas.
En la era de la globalizacion la histeria no discrimina genero. El ataque de concha tampoco.

domingo, 27 de marzo de 2011

Lugares Comunes II

Yo si fuera mujer sería tan puta...
La única respuesta posible a esa reflexion retrógrada (no es lo mismo que retro) de gil de cuarta es: 'si, como tu madre y como tu hermana, (puto)'

Yo no sé por qué estas sola, si tenes todo: sos linda, sos inteligente, sos independiente... podes tener al hombre que quieras!
La única respuesta que se me ocurre, sin pensarlo demasiado es: Si? Entonces quedate.
A lo que va a volver un: No, bueno, pero es que yo no puedo, mi situacion, vos sabes, BLA.

O la otra versión: Yo no sé por qué estas sola, si tenes todo: sos linda, sos inteligente, sos independiente... vos debes tener algo raro...
Lo único que cabe en este caso es un: Si, cordura.

Deja vu

Yo que estuve en varios lugares, que no he podido facilmente dejar ir a algun amor, errado.
Y que cada tanto, aunque cada vez menos, me detengo a ver la lluvia a traves de la ventana, aun sin lluvia
Yo que hasta hace no tanto fantaseaba con que el principe azul tiraba diminutas piedras en mi ventana (o mensajes en el telefono) y que ahora empezaba a abandonar la idea lentamente, a riesgo de conformarme con tener un poco de amor solo una vez por semana.
Y que me volví descreída y algida como una lija y que, no sin alegría, empece a transitar otras opciones, anoche todo ese resto de adolescencia se revolvió por un segundo. Vi aquello reflejado en otras personas.
El un muchacho normal, ni muy muy ni tan tan, la llevaba abrazada, la sostenia, la miraba con ojos candentes, embobados, todo el cielo entraba en esos ojos, a ella, que era un travesti con peluca que se paseaba con él comulgando, de mas esta decirlo, el mismo sentimiento.
estaban en otro planeta, se notaba.
Eso era amor, ni mas ni menos.

sábado, 21 de agosto de 2010

SALE

Dicen que la vida es un viaje, o mejor, un camino.
Lo escuché varias veces y recién cuando yo misma fui viendo, registrando a través de los años cómo pasan las cosas alrededor, cómo se establecen, hacen y deshacen los vínculos, surgen y se escapan oportunidades, aparecen eventualidades a pilotear o donde quedarse a vivir, etc, pude entender, es mi análisis, de qué hablaban cuando decían eso. Ahí es que caí en la cuenta de que soy 'grande'.
Lo que me hace pasar por acá, y estimo o espero que a ustedes también, es básicamente las relaciones con ellos, así que me voy a detener en ese (vastísimo) tema.
Esto de ser adulta me hizo dar cuenta de que ya no hay tanta oferta en el mercado como cuando una era más chica, donde los chicos estaban ahí, iban y venían, una podía elegir o irse sin muchos inconvenientes.
Ahora cada tanto te comés un garrón en el mejor de los casos, vienen tipos que se presentan sonrientes y cuando se te sientan enfrente te das cuenta de que tienen una historia generalmente mucho más compleja que la tuya... tienen historias! antes eso no pasaba. También tienen heridas, determinantes heridas que han cambiado el curso de sus esquemas... en fin. Se va acotando, van quedando los salditos y hay que revolver.
No quiero decir que sólo quedan las ofertas. Hay más que eso, pero hay que revolver, insisto.
Una amiga tenía un perro. Una perra, llamémosla O. Yo la recuerdo porque con mi amiga, pongámosle G, he compartido muchísimas cosas, hemos pasado mucho tiempo, así que O. ha también en cierto modo sido parte de mi vida adolescente. O, decían, tenía en síndrome de Peter Pan. Al parecer esto significa que su psiquis, tratándose de un perro vendría a ser su comportamiento, se había quedado estancado en la niñez. Entonces O tenía unos cuantos años, estaba en edad de merecer, era adulta pero se comportaba como un cachorro.
El punto al que voy es que, entre los saldos, que siempre van a ser saldos o devoluciones, también encontramos sujetos con el síndrome que aquejaba a los que estaban alrededor de O. Son los que, como Peter Pan, se presentan sonrientes y juguetones, muestran un mundo de fantasía, vuelan y dicen que con un polvito mágico te van a hacer volar a vos también y son hermosos, porque nadie en ese mundo de fantasía no lo sería. Entonces una, que viene baqueteada y un poco cansada, se engancha, mira cómo da esos saltos dejando una estela de purpurina cuando te muestran cómo vuelan y prometen que vos también cuando van ganando altura. Y una los mira desde el suelo (GRACIAS A DIOS) palpando la suave idea de que en una de esas estemos allí también. Y sin embargo van dando señales entre líneas. De pronto puede pasar que se escondan, por ejemplo, y una mira el cielo como una pelotuda, sosteniendo el foco de una forma absurda hasta que aparecen y una se olvida de que había estado en vilo un rato. O puede pasar que la fantasía se disipa, o mejor dicho que está ahi pero para una que la espera hay bastante poco, apenas migajas. Entonces una empieza a dar saltitos, por ejemplo, como para hacer de cuenta de que está aprendiendo a levantar vuelo pero no hay ni estela de purpurina ni nada de fantasía. Son saltos patéticos que te devuelven al suelo una vez que se acaba el envión. Y Peter está allá repartiendo sonrisitas en el cielo y vos apenas si podes llegar con la mirada.
Así va in crescendo, van apareciendo más y más señales y las menos astutas se rehusan a abandonar la idea de volar alguna vez. Pero Peter está más allá, ya anda haciendo sonar su Campanita por otros lugares. Las menos astutas se quedan esperando a que regrese. Y no va a volver.
O sí! y esta es la parte peligrosa. Porque el Sr Pan tiene bastante de histeria entonces cuando, como a los chicos, no hay nadie que les haga un jueguito, cuando en el suelo no hay nadie que los mire casi con éxtasis, vuelve a buscarlo. Las menos astutas corren el riesgo de caer nuevamente... entonces el mundo se va poblando de Peters Panes que nunca, nunca van a dejar de serlo.
Yo he sido una Menos Astuta alguna vez. Cuesta soltar la idea (aunque el conepto le moleste mucho a Dora) porque empieza a sangrar la herida, por lo general vieja, y empieza a doler pero cuando se la suelta con convicción, cuando la decisión, ya sea por voluntad ajena o propia, se hace carne realmente con el tiempo pasa, y las cosas se ponen más claras.
Y la ex menos astuta retoma el camino, quizá con la capacidad en el mejor de los casos de distinguir de qué se habla cuando se habla (o aparece) un Peter Pan.
(Y a Peter, lo único que tengo para decirle es que se meta a Campanita en el orto y haga el molinete cósmico)